Hablar de noviazgo implica (aunque veo algunas cejas alzadas) hablar de amores. Sí, de amores, no del amor, porque no hay uno. No existe al amor, existen los amores:
Por un lado tenemos la idea del amor “de película”. Le queda bien el nombre, pues del cine (mayormente gringo, aunque el nuevo cine mexicano maneja casi los mismos temas) nos ha educado para creer que el amor es uno y único: una mujer dulce, un hombre atento, ambos guapos (ahí ya quedamos fuera la gran mayoría de nosotros), un romance conflictivo, malentendidos, enredos, celos, pero siempre, al final, el amor triunfa y vivieron felices para siempre.
¡Vamos! ¿Realmente conocen una historia así en la vida real? Nada es para siempre, las relaciones humanas, aunque sea triste aceptarlo, tienen fecha de caducidad (sólo que la fecha no aparece en ninguna etiqueta visible). Un día, algunas semanas más tarde, meses quizá, años en el mejor de los casos, tú y tu banda de la primaria, de la secundaria, dejaron de frecuentarse, primero Óscar dejó de asistir a las fiestas anuales, luego lo hizo Alejandra, este año fuiste tú quien no acudió, ¿para qué? No es que te interese mucho lo que cuentan, no es que a ellos les interese mucho que al fin terminaste los cursos de inglés o que ahora te apasiona la astrofísica.
Lo mismo ocurre con los enamorados. Una buena tarde (mala tarde), él te cuenta que se ha comprado las obras completas de Paul Verlaine, y tú ni siquiera sabes quién es ése, ni te interesa investigarlo. Aquella noche, ella te contó que fue aceptada en la Preparatoria #5, pero por alguna razón, lo que hay en la televisión te parece más importante. Pocos días después, ¡y adiós! ¿Cierto? Pues no. Nos gusta aferrarnos a lo imposible, ahí seguimos, como clavados, asustados los dos, sin atrevernos a decir las palabras funestas (ya no te quiero, ya me voy). Y prolongamos la agonía innecesariamente, como en espera de un milagro que repare todo, pero las relaciones humanas no se basan en milagros divinos, sino en acciones humanas.
Algún tiempo después, ese amor es insostenible. Nos ahoga. Y reventamos. Muchos finales, muchas separaciones ocurren con bastantes gritos y arañazos. Si sólo fuéramos más sinceros, evitaríamos tanto dolor.
Por otra parte está Jacques Lacan, con su enigmática frase, casi zen: amor es darle lo que no tengo, a alguien que no es. Más críptico, sólo que estuviera escrito en lenguas muertas. Tratemos de comentarlo.
Cuando amamos, buscamos en la persona amada algo que nos hace falta. Creemos que esa persona es la depositaria de nuestras carencias, que ella (o él) nos harán sentir satisfechos, completos. Nuestro ser amado espera lo mismo de nosotros. Pero nosotros no tenemos nada más que lo que somos, no tenemos objetos mágicos, palabras mágicas, actos mágicos que completej a la otra persona. Amor es darle lo que no tengo a alguien que no es. Le damos eso que no tenemos (lo que ella desea) a alguien que no es (esa persona no es… lo que yo creo que es, no es quien me va a completar, quien me dará la dicha eterna).
Pero Lacan, como todo el Psicoanálisis que se digne de serlo, es materialista. Ya se preguntarán algunos dónde está el espíritu.
Tenemos el amor espiritual, cuyos mayores representantes han sido los poetas y escritores románticos. El Romanticismo es una corriente literaria que surge como respuesta al positivismo imperante durante la Ilustración. Los románticos buscaban, anhelaban el ideal, lo sublime, lo inexpresable. Un símbolo de todo ello es la Flor Azul (Blaue Blume), inventada por Novalis (poeta alemán) para representar el amor, el deseo y el esfuerzo metafísico (espiritual) para alcanzar lo infinito e inefable.
Al ser algo de lo que no puede hablarse más que con el lenguaje imperfecto del hombre, los románticos buscaron un nuevo lenguaje, y pensaron que la poesía era la forma más adecuada para abordarlo, mediante el uso de metáforas y figuraciones. El discurso del amor romántico se da por medio de alusiones, y nunca habla de lo evidente y ya, sino de lo que está detrás, oculto.
¿Y qué está detrás del ser humano si no el espíritu? Para los románticos, el amor nada (o muy poco) tenía que ver con el cuerpo, que resultaba desagradable, mundano, demasiado común. El amor debía darse a nivel espiritual, emocional, en sueños y en imágenes poéticas. Tal es la razón por la que muy pocos románticos consumaron sus amoras en el lecho. Suena muy bonito, pero a estos amores le hacen falta besos y caricias.
Éstas son tres de las ideas sobre amores que han marcado nuestra cultura. No son las únicas, pero bastan para dar una aproximación a lo que hemos dicho al principio, que no existe el amor, sino los amores. ¿Cómo construirás el tuyo?
video acoso 0
Hace 12 años
0 comentarios:
Publicar un comentario